Parece que con cada día que pasa, el mundo occidental tiene más y más prisa, siempre nos encontramos con algo que hacer y que por supuesto ¡hay que hacer cuanto antes!

Lamentablemente, ni siquiera nuestra alimentación se ha salvado de este ritmo tan veloz. Así, ahora ya podemos comprar en las tiendas de alimentación comida precocinada para comerla rápidamente. También los restaurantes de comida rápida o la conocida “fast food” terminan por tener un gran peso en nuestros hábitos de comida.

Sin embargo, este tipo de alimentación no es nada saludable. Y quizá ya no tanto por los preparados y sus ingredientes en sí, sino por la rapidez en que los ingerimos, de hecho deberíamos masticar unas 20 veces cada pedazo que nos llevamos a la boca.

 

¿Qué pasa en la boca?

Nuestra saliva tiene una función antibacteriana en el sentido que al darle muchas vueltas a la comida en la boca, facilitamos que la segregación de ésta elimine numerosas bacterias que pueden venir en la comida. Además nos ayuda a tragar mucho mejor gracias a la enzimas que ablandan los alimentos.

Si masticamos muchas más veces la comida, nos permitiremos una digestión mucho más saludable y ligera. Además es necesario también comer poco a poco para ir despertando nuestros jugos gástricos que serán los que nos ayuden a asimilar las propiedades de los alimentos. Por otro lado también estaremos cuidando la salud de nuestro estómago que evitará así los tan dolorosos y molestos trastornos digestivos.

Si los alimentos se ingieren demasiado rápido y sin masticar adecuadamente, se le impedirá al cuerpo que absorba muchos de los nutrientes. Así que por ejemplo, si nos comemos una deliciosa ensalada llena de vitaminas y minerales sin apenas masticarla, de nada nos servirá.

 

Dicen estudios que:

Comer menos, disfrutar más de la comida y no sentirse mal al otro día de la ingesta son consignas; las pruebas están a la vista en este estudio.

Un grupo de mujeres consumió 70 calorías menos cuando se les pidió comer más despacio un plato con pasta y salsa que cuando se les pidió comer lo más rápido posible. Esas mujeres también consideraron que la comida era más sabrosa cuando la ingirieron lentamente.

Las 30 mujeres jóvenes consumieron una porción de ditalini con salsa de tomate y vegetales más queso parmesano, bajo dos condiciones diferentes: antes de cada comida, las mujeres habían ingerido un desayuno estándar de 400 calorías y luego hicieron ayuno durante cuatro horas.

En una visita al laboratorio, las participantes recibieron una cuchara grande y se les pidió no detenerse entre bocados y comer lo más rápido posible. En otra oportunidad, las participantes comieron con una cuchara pequeña, que debían poner sobre la mesa después de cada bocado, y se les pidió ingerir bocados pequeños y masticar cada uno de 15 a 20 veces.

Cuando las mujeres comieron rápido, consumieron unas 646 calorías en 9 minutos. Pero cuando lo hicieron más despacio, ingirieron 579 calorías en 29 minutos.

Los autores hallaron que las mujeres se sintieron más llenas y más satisfechas inmediatamente después de comer y hasta una hora más tarde cuando ingirieron la comida lentamente.

 

¿Si como despacio, pierdo peso?

El comer rápido evita que se disfrute del sabor de las comidas, impide una buena digestión y de esa manera colabora a que aumentes de peso.

Para que el mensaje de que ya estás llena llegue a tu cerebro deben pasar aproximadamente veinte minutos, por lo que si comes rápido no das tiempo de que esto ocurra, y entonces al no saber que estás llena terminarás por comer más de lo que realmente te cabe, lo que lógicamente te hará engordar.

Comer despacio ayuda a que tu digestión sea completa, pero además te permitirá tener mayor control sobre lo que comes y sobre tu propio cuerpo, y en consecuencia te ayuda a perder peso.

 

Vía: Deporte Manía

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