Ese sentimiento cuando comés algo que trajiste de Guate, sabe a Guate y no estás en Guate…

A photo posted by Mundo de Mamá (@mundo_de_mama) on


Que triste es tener que dejar tu país, de cualquier forma y por las razones que sean irte nunca es fácil, no para los que se quedan y menos para los que se van, pero ese sentimiento puede reconfortarse cada vez que con algo logramos revivir las experiencias del pasado y como resultado, nos hacen regresar con la mente y el corazón a nuestro lugar de origen y a los nuestros a través de la nostalgia.

Me identifico con el sentimiento porque algunos años atrás mis papás y mis hermanos se fueron de Guatemala, a la fecha no terminamos de adaptarnos a vivir en la distancia, a veces cada quién llora en silencio, extraña, se seca las lágrimas y continúa su vida, porque nuestro modelo de familia no es el tradicional… hemos aprendido a vivir separados y poco a poco nos adaptamos a vivir en diferentes países y ciudades, unos por aquí y otros por allá. Los cumpleaños nunca más son los mismos, los nacimientos, las navidades, las reuniones familiares y las comidas de fin de semana. Lograr reunirnos todos ahora es casi imposible.

Así como nuestra familia, hay otro montón de migrantes, algunos más arraigados a sus raíces que otros, unos con menos acceso a regresar o a que los lleguen a ver sus parientes, ellos, los que se les iluminan los ojos de felicidad cuando te escuchan hablar con tu mismo acento y te preguntan “¿Usté es chapín?” .

Siempre que viajo trato de llevar sabores de la nostalgia, aquellos que para un chapín fuera de Guate saben a gloria, a la tierra y su gente. Te das cuenta por la forma en que lo reciben, cómo se lo saborean, lo guardan y hacen que les dure lo más que se pueda… para ellos saben a las raíces que los vio nacer porque solo aquí se pueden tener y no siempre hay alguien que se los pueda llevar.

El Fish Market en Alexandria , Virginia. No solo comimos delicioso, sino nos atendieron como en casa.
El Fish Market en Alexandria , Virginia. No solo comimos delicioso, sino nos atendieron como en casa.

Esta vez fui a Washington D.C. y llevé el respectivo regalito con sabor a nostalgia: unas champurradas de la San Martín para mi prima que está viviendo allá -eso pidió su corazón-. Nos juntamos con ella en un restaurante en Alexandria, un pueblito de Virginia, la amabilidad del mesero me llamó mucho la atención, más que de costumbre y no digamos el acento… inevitable preguntarle de dónde era y su tono firme y autóctono me respondió “Soy de Guatemala” , a lo que en mi mente continué la frase -… y con orgullo me disfruto, ese sentimiento de sentirme tan chapín-, y todos en la mesa respondimos “¡somos chapines también!”. Un sentimiento parecido a cuando una manada se encuentra con su misma especie, en esto no existen fronteras, estatus migratorio, condición social e incluso grado académico, pero esto no lo entiende la política. Ser chapín y encontrarte a alguien fuera de tu país es lo más parecido a encontrarte a un hermano, se siente bien y en confianza, como en familia.

Nuestro mesero atendió con mucha paciencia las niñas, ellas estaban fascinadas con que él fuera chapín.
Nuestro mesero atendió con mucha paciencia las niñas, ellas estaban fascinadas con que él fuera chapín.

Pudimos ver en sus ojos la ilusión de recibir a otro guatemalteco en su trabajo, notamos que se esforzó por quedar bien en su servicio y sus atenciones para nosotros, fue amable y cortés. Nuestros platos iban con más amor que de costumbre, se notaba porque nos lo dijo, casualmente el chef también era chapín y otro asistente de cocina también lo era, quien nos llevó los platos a la mesa. Nos detuvimos antes de empezar a comer en saber más de ellos, cruzamos preguntas como de dónde eran, por qué habían elegido esa ciudad y si alguien los había visitado recientemente. Uno era de Pana y otro de Xela, probablemente allá en Alexandria nadie sabe de la esencia de esos lugares, o nunca los han conocido, pero para ellos contarnos sus historias fue como contárselas a alguien que conocés de tiempo atrás. Fueron minutos, pocos, pero para ellos se notaba que estaban a gusto compartiendo con paisanos.

Yo me comí un BLT de salmón. Me encantó!
Yo me comí un BLT de salmón. Me encantó! y más porque el chef era chapín también.

Cuando llegamos al final de la comida, mi prima destapó las champurradas y como un gesto de hermandad, le ofrecimos una al mesero, no les puedo explicar sus ojos de agradecimiento, su gesto de ilusión al recibirlo… me sentí conmovida, partió la champurrada en varios pesazos para llevarles a los demás chapines que trabajan con él en el lugar. Una cosa tan sencilla se puede convertir en extraordinaria, una gran experiencia cuando es producto de la nostalgia, y ese sentimiento no te lo da cualquier cosa, ni cualquier comida o cualquier producto.

Terminamos y el mesero llegó a despedirse de nosotros con la misma gentileza y amabilidad, “Gracias! De veras, tenía años de no comerme una champurrada y me supo buenísima” nos dijo. Se veía la nostalgia en sus ojos. Hubiera querido dejarle otra bolsa entera.

A veces damos las cosas por sentado, tenemos una San Martín a la vuelta de la casa, en el centro comercial, de camino al trabajo o a la casa, y no lo vemos igual sino hasta que alguien nos hace ver las cosas diferentes a través de sus ojos, como vuelvo a decir, extraordinarias. Hoy para mí una champurrada no será lo mismo, es algo que sabe a nostalgia para alguien más, algo que recuerda un pedacito de nuestro país, sea desde donde sea, así que si viajan o visitan a alguien afuera, llévenles un pedacito de Guate que seguro lo recibirá como el mesero y mi prima, con ilusión.

Así como para mi prima fueron las champurradas de la San Martín lo que pidió su corazón nostálgico, para otros es el frijol volteado, para mis papás el café molido, para mis sobrinos las chucherías, para mi cuñada el queso duro, para mi amiga el fiambre o los tamales congelados, para otros es el pollo frito y mi hermana los dulces típicos.

Guatemala es preciosa por sus tradiciones, rica por sus sabores y a pesar de cualquier cosa, hay gente buena que se hace notar allá afuera por lo que nos caracteriza: nuestra amabilidad y el trabajo con dedicación cuando se quiere. Que rica experiencia contar que afuera, sea cual sea la condición y estatus migratorio de la persona, muchos nos representan bien, con su trabajo bien hecho.

~N~

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here