El bullying no es sólo cosa de chicos. Las madres también somos víctimas y victimarias y de alguna forma lo aprenden los chicos.
El bullying no es sólo cosa de chicos. Las madres también somos víctimas y victimarias y de alguna forma lo aprenden los chicos.

Hace unos días compartí aquí un sentimiento que llevaba escondido dentro de mis monólogos diarios, siempre lo he pensado y nunca lo había comentado, pero fue ese “algo” que leí en una publicación de estado en el Facebook de alguien más que me hizo correr escalofrío, esa sensación entre calor y frío de cuando te enojas o te ofendes y te sientes impotente por resolverlo -codependiente que soy-, fue cuando en ese momento decidí validar mi pensamiento por escrito y afirmar que el bullying entre mamás existe y me cae mal.

 

Lo que compartí decía:

“Cuando mamás te corrigen la forma que eliges para educar a tus hijos está bien por ellas opinar, pero cuando usan la forma en que educas a tus hijos para criticarte con otra mamá, es bullying.”

Cuando susurran con otras mamás tus debilidades o decisiones diciendo que no sabes nada porque no tienes la experiencia de las que llevan más años siéndolo, es bullying.

Cuando te juzgan con otras mamás porque eliges un gusto personal, tu tiempo, tu profesión, tu espacio y éste es diferente al de tus hijos; es bullying.

Cuando algunas mamás se creen más poderosas porque su vida aparenta tener más dirección o “control” que la de otra mamá, es bullying.”

Sé que en ocasiones he sido víctima como victimaria de esta situación, me han criticado y he criticado con piedad o sin piedad, en algunos casos he dicho lo que pienso y en otros me quedo callada por discreción, pero puedo asegurar que la presión de nuestro rol en ciertos momentos es horrible y más cuando viene de otra mamá.

“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” dice aquel texto bíblico, sin embargo casi ninguna está libre de tirarla, así como nadie sabe los retos y las luchas internas en temas personales o de crianza de cada mamá, cada una en las suyas, que con un comentario sutil adornado de sarcasmo y morbo, pueden destruir lo que te ha tomado meses en construir.

El bullying está presente, pareciera mentira pero se nota en la familia, entre amigas, conocidas o incluso desconocidas que coinciden en algo en común. Se escucha de todo tipo de acoso alrededor “en cualquier cuchubal, en el café, en la piñata, en el grupo, en el foro, en el blog, en la red social, en la banca de la clase que tomas, en el gimnasio, en el trabajo, en el día a día, en el colegio de los chicos, en el desayuno…”.

Entiéndase por “acoso” el perseguir, sin darle tregua ni reposo a una persona, y así es, en algún episodio de nuestras vidas nos hemos sentido acorraladas en diferentes facetas de nuestro mundo de mamás, en callejón sin salida: por el peso que ganas o pierdes, por los modales de nuestros hijos, que si elegiste ser mamá de casa o de oficina, si dedicas tu tiempo a algún hobbie, por el colegio que elegiste para tus chicos, que si sales con las amigas tanto como con tus hijos, si aportas o no dinero a la casa, que si decidiste dejar de amamantar a tu bebé, por si te hiciste un tatuaje, si vas para parto normal o cesárea, que si no le has quitado los pañales al otro, si contratas o no enfermera cuando nace tu bebé… y así, la lista no tiene fin y somos víctimas de nuestro propio rol y nuestras propias decisiones ante los ojos de otra mamá.

Sé que muchas personas me identifican por decir lo que pienso y lo que siento, y por traer a la mesa algunas realidades que nos gusta engavetar, algunas veces directa y otras diplomáticamente y por eso les comparto hoy lo que pienso en voz alta: ¡no caigamos en el bullying mamás! Que antes de criticar a otra mamá o hacer un comentario morboso, nos mordamos la lengua. O mejor aún, preguntémonos en silencio, ¿me sentiría cómoda si fuera yo la mamá en cuestión?.

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