Cualidad Positiva
Es cierto que el humor no es una cosa característica negativa en sí misma como podría serlo el desorden, por ejemplo. Es más, hacia los 4 ó 5 años, la mitad de los niños poseen un cierto humor que manifiestan a través de sorprendentes arrebatos de ira. Posteriormente, a medida que van creciendo, estos mismos niños consiguen controlar ese “mal humor” quedando reprimido en su inconsciente y canalizándolo hacia actitudes realmente provechosas.

Rebelde sin causa
Por el contrario, el humor no reconducido a tiempo puede terminar derivando, por ejemplo, en conductas tales como la desobediencia al sistema, una excesiva susceptibilidad o el capricho por el capricho.
Además, son muchos los niños de 5 años con un humor vivo y a los cuales no se ayudó en su momento entre los 2 y 3 años, que terminan convirtiéndose en unos auténticos rebeldes a los que no se puede controlar de ninguna forma.
Así mismo, estos niños suelen caer en otros hábitos igualmente perjudiciales como la excesiva independencia a la mala educación (insultos constantes, descortesía, respuestas fuera de lugar, agresiones, etc.)

Explosiones del mal humor
El humor a estas edades es fácilmente identificable. Por lo general se manifiesta a través de constantes rabietas y explosiones de mal humor. Una simple comida, por ejemplo, que no sea del gusto de tu pequeño puede ser el origen de un arrebato de ira que termine en un sin fin de gritos, o lo que es aún peor, con el delicioso plato estampado en la pared o en el suelo.
En cualquier caso, debes procurar no confundir estos arrebatos con los propios de un niño caprichoso. Mientras que éstos últimos son niños antojadizos, que con mal carácter simplemente desea que las cosas sean tal y como él quiere y… ¡Basta!
La forma más habitual de manifestar sus “mala pulgas” es mediante frases hirientes como “mamá ya no te quiero” o poco pertinentes como pueden ser como alguna que otra palabra prohibida u ofensiva como “idiota, imbécil, etc.”

Un error que se produce muy a menudo en estos casos es considerar que los berrinches del niño en cuestión, se deben a su carácter. “Él es así. A pesar de ser tan pequeño tiene una personalidad muy marcada”, lo que solemos comentar para autoconvencernos.
Es verdad que desde que nacen los niños poseen un determinado temperamento que es heredado, que les predispone hacia la imaginación, la sensibilidad… pero dicho temperamento no es un molde rígido sino un trocito de arcilla con la que se puede, es más, se debe trabajar moldeándola, eso es lo llamamos la educación del carácter, la forma en que los padres enseñamos a nuestros hijos a reaccionar ante las situaciones de la vida.
La educación del carácter consiste precisamente en ello. En formar, educar, desarrollar, moldear… nuestros propios rasgos, hasta llegar a crear una personalidad única definitiva a través del ejemplo del actuar de los padres.
No ser capaces de controlar el humor, no se trata de un carácter especial sino más bien de una marcada falta de personalidad.

Más vale prevenir
Para prevenir estas situaciones de las que siempre se suelen arrepentir cuando llega la calma y lo irreparable está hecho, deben motivarlos para que consigan superar la conducta.

Para conseguirlo, el primer paso es hablar a diario con nuestro niño. Debemos exponerle claramente, con ejemplos concretos y reales, por qué debe superar su conducta y cómo debe hacerlo. Un buen truco, sobre todo a estas edades, es ponerle ejemplos que se hagan referencia a su propio comportamiento, por ejemplo: “¿Te acuerdas de cuando te enojaste tanto que terminaste por tirar tu pelota preferida por la ventana?” “¿Recuerdas cómo te sentiste cuando te quedaste sin pelota?”.

De esta sencilla forma, creando conciencia, resultará mucho más fácil establecer una serie de metas a corto plazo.

Literatura infantil, una solución
Como a estas edades es difícil que los niños comprendan la importancia de poseer una personalidad fuerte, que no sea “títere de las circunstancias”, siempre pueden utilizar modelos en la lectura que les sirvan de referencia y que ellos sí comprendan.
Por ejemplo, en la literatura infantil pueden encontrar cientos de personajes que les podrían ayudar: “¿Te acuerdas te Tintín, Miguelín? Pues él nunca se deja llevar por un arrebato, muy al contrario siempre piensa antes de actuar…” pueden comentarle mientras que le lean una de sus increíbles aventuras.

El humor a estas edades es fácilmente identificable. Por lo general se manifiesta a través de constantes rabietas y explosiones de mal humor.

Adquirir autodominio
Es cierto que el que tu pequeño adquiera autodominio le supondrá una pelea diaria. En primer lugar, porque tendrás que tratar de descubrir cuáles son los defectos dominantes de tu hijo para ayudarle a superarlos (egoísmo, narcisismo, capricho…).
Después, porque una vez averiguado el detonante se lo tendrás que hacer comprender.
Si lo que pierde es su orgullo o si la chispa es simplemente su impaciencia, tendrás que hacérselo saber para que lo supere, ya sea mediante el juego, comparación de personajes, o situaciones simuladas por ti.
Un niño impaciente, por ejemplo, se le pueden aplicar incontable terapias. Si este es nuestro caso, proponerle, sin ir más lejos, un pequeño juego de resistencia: “Aunque lo desees ahora mismo, será mañana cuando compremos ese helado que tanto te gusta. ¿Te parece?. Además, tú serás el encargado de recordármelo cuando salgas de la escuela”.

Conservar la serenidad
Del mismo modo, tu actitud ante los arrebatos será muy importante. Cada vez que se produzca uno de sus terribles estallidos, tendrás que conservar la serenidad con el fin de poder transmitírsela.
El niño ha de ser consciente de que con su comportamiento no va a conseguir absolutamente nada. Si te dejas arrastrar por sus estallidos y sus enojos, sólo conseguirás agravar la situación.
Ni los gritos, ni los golpes, son una buena solución, esto sólo puede lastimar profundamente a tu hijo.

Aléjate y no soluciones en el momento el conflicto.

Una vez superado el momento de más tensión, podrás razonar con él convenientemente, haciéndole ver sus faltas. Además, será bueno en este sentido, hacerle ver que se ha comportado mal, así como las consecuencias de esta actitud. Al mismo tiempo, evitarán cualquier tipo de recriminación hiriente.
Simplemente debe saber que ha actuado mal y por qué. Y eso sí, decirle que confían en que no lo volverá a hacer, que le quieren y que por supuesto, le apoyan completamente con su afán pero que necesita superar este pequeño defecto de carácter.

Un error que se produce muy a menudo en estos casos, es considerar que los berrinches del niño, de deben a su carácter y por eso no se les corrige cuando es necesario hacerlo.

Tips
1. Aléjate del niño cuando se encuentre bajo los efectos del ataque de su humor. Censura la conducta.
2. El único remedio es la firmeza, cuida no amenazarlo.
3. Enséñale a tu hijo que tú permaneces en calma.
4. Asegúrate que no tenga contacto con otros niños agresivos, ya que esto no lo ayudará a moldear su conducta.
5. Habla con él luego del episodio, y anota semanalmente cuántos berrinches sufre tu niño.
6. Si luego de tomar en cuenta las medidas anteriores, no baja la recurrencia, consulta con un profesional o consejero familiar.

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